Regionalismo latinoamericano, de la confusión a la dilución. Tantas figuras y organizaciones tras el regionalismo latinoamericano demuestran apenas la fragilidad de una región que se mueve al vaivén de los extremos.
Regionalismo latinoamericano
Por Jean-Jacques Kourliandsky
América Latina sigue siendo más que nunca lo que siempre ha sido: una entrada de diccionario enciclopédico. Entrada indiscutible tanto como comentada. Nos limitaremos aquí a recordar la existencia de definiciones contrapuestas: Iberoamérica, Hispanoamérica, Hemisferio Occidental, Nuevo Mundo, Abya Yala.
Cada ambición geopolítica particular ha fabricado un regionalismo con fronteras divergentes. Tanto más cuanto que a veces estas concepciones continentales se cruzan con otras más modestas con horizontes subregionales: América del Caribe, América Central, América Latina, América del Sur.
Esta sopa de letras no impidió la invención siempre renovada de los convenios colectivos. Su materialización, en consonancia con la diversidad de enfoques, ha sido históricamente multifacética. Dando nacimiento a organismos interamericanos en laminado sin coherencia general.
Panamericana, con Canadá y Estados Unidos, en el sistema de la OEA (Organización de Estados Americanos); Panlatinoamericano con el Alba; Latinoamericano con Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños); Norteamericano con el T-MEC (Tratado México-Estados Unidos-Canadá); Pacific Rim con la Alianza del Pacífico; Centroamericanos con el SICA (Sistema de Integración Centroamericana); Caribe con la Comunidad del Caribe y el Foro del Caribe; Sudamericanos con Unasur, ProSur y el Grupo de Lima; Sudamericanos con Mercosur.
Sueños contrapuestos
Este hermoso conjunto por falta de efectividad colectiva señaló la perpetuación de una voluntad de vivir en común. Las rivalidades nacionales o ideológicas, lejos de condenar a esta o aquella institución compartida, impulsaron la creación de nuevas organizaciones, conviviendo con sus mayores. Lo imperfecto indica un cambio de época.
En los últimos años, de hecho, ha habido un reflujo y un flujo universal. Se refieren al colectivo existente, sean cuales sean los límites geográficos, razones técnicas, ambiciones políticas. Un efecto dominó atraviesa todas las estructuras regionales sin detenerse en las características de cada uno.
La ideología y su vaivén electoral sin duda ha estado ahí. El ascenso al poder de los equipos nacionalistas en la década de 2000 coincidió con el surgimiento de la autoestima regional, compitiendo con el panamericanismo promovido por Estados Unidos, y el iberoamericanismo de España.
Alba, Unasur, Celac, son hijas de gobiernos de inspiración bolivariana, indígenas y soberanistas, la Bolivia de Evo Morales, el Brasil de Lula, la Venezuela de Hugo Chávez.
La Alianza del Pacífico, ProSur y el Grupo de Lima son imaginaciones liberales y conservadoras, impulsadas por una ola electoral posterior y contraria: en Chile por Sebastián Piñera, en Colombia con Iván Duque y en México por Enrique Peña Nieto.
Cada familia ideológica que ha llegado al poder deshizo el regionalismo tal como lo entiende la rama competidora. Los liberales en 2018/2019 redujeron Alba y Unasur al mínimo.
A partir de su cambio político, en campo liberal, Bolivia y Ecuador abandonaron el barco Alba. Argentina, Chile, Ecuador, Uruguay han desertado de Unasur. Ecuador, el país sede, ha recuperado sin ceremonias las instalaciones de la organización. Hoy, el resurgimiento electoral nacionalista ha tocado por debajo de la línea de flotación, el Grupo de Lima y ProSur, criaturas intergubernamentales de adversarios liberales.
Dentro del Grupo de Lima, México ha practicado la política de la silla vacía, desde el ascenso presidencial en 2019 de Andrés Manuel López Obrador. La Argentina de Alberto Fernández se retiró el 24 de marzo de 2021.
Solo la Celac, las organizaciones subregionales, andinas, caribeñas y del Cono Sur han logrado salvar sus apariencias. Una supervivencia lánguida, habiendo justificado el titular desengañado de una revista económica, «El Mercosur cumple treinta años y no hay nada que celebrar».
Las complementariedades económicas del vecindario han perdido su mérito. Liberales en los negocios en varios países, sensibles a las sirenas de las grandes potencias, China, Estados Unidos y varios europeos, como el presidente «oriental», Urugay en Lacalle Pou, por una flexibilización de las preferencias comerciales.
Ideologizados
Los cárteles ideologizados han perdido relevancia, ya sea a la izquierda de Alba como la derecha del Grupo de Lima y ProSur. Sin duda, su perpetuación está comprometida a largo plazo.
Celac, ideológicamente ecuménico, obtuvo un indulto. Sin más.
México, el presidente rotatorio para 2020, ha recibido un mandato adicional de un año en 2021. El regionalismo latinoamericano poco claro sobrevive al priorizar la economía de mercado y los acuerdos con las economías dominantes.
CAF, el banco de desarrollo de América Latina, se enfoca en inversiones en infraestructura. España y Portugal, estados miembros extracontinentales, son los garantes implícitos de su apertura al mundo. Los arreglos son los dominantes del momento. Bilateralmente con China. Haciendo un pacto con Estados Unidos, como hizo México con el T-MEC. Reuniendo a los «ricos» de este mundo, observadores dentro de la Alianza del Pacífico.
Al aceptar el 12 de septiembre de 2020, la adhesión sin precedentes de EE.UU. a la cabeza del BID (Banco Interamericano de Desarrollo). Al unirse a la OCDE, círculo simbólico del “primer mundo”, como lo hizo Costa Rica el 26 de mayo de 2021, después de México (en 1994), Chile (en 2010), Colombia (en 2020). Y mañana Argentina, Brasil y Perú, que todavía están en lista de espera.