Perú, pescadores reclaman compensación por petróleo
Perú, pescadores reclaman compensación por petróleo. A fines de 2024 pescadores que faenaban en el Mar de Talara al norte de Perú recogieron sus redes negras de petróleo contaminante.
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En la madrugada del 22 de diciembre de 2024 pescadores que faenaban en el Mar de Talara al norte de Perú recogieron sus redes. Pero en lugar de la pesca del día, encontraron petróleo impregnando sus aparejos.
Horas después, se confirmó el desastre: la marea había desplazado un enorme derrame de petróleo hacia el norte, que ya había cubierto de negro 10 kilómetros de costa.
Al día siguiente del derrame, la petrolera estatal Petroperú dijo en su primer informe al organismo regulador ambiental nacional, OEFA, que había detectado una fuga de 0,9 barriles (140 litros o 37 galones) en un ducto de la terminal marítima de carga de su Nueva Refinería Talara, ubicada en la ciudad de Talara en el departamento de Piura.
Tres días después del derrame, el 25 de diciembre, el Ministerio de Medio Ambiente declaró una emergencia ambiental de 90 días, paralizando la actividad turística y pesquera en las aguas de la costa afectada, aguas de las que dependen más de 4.000 pescadores artesanales para su sustento diario.
Ahora, más de tres meses después, los pescadores han regresado a trabajar en un mar dominado por la industria petrolera. Afirman que la compensación que recibieron de Petroperú por las semanas que no pudieron llevar pescado a sus mesas debido a la contaminación petrolera es insuficiente y exigen una mayor compensación. Por su parte, la empresa afirma haber cumplido con sus compromisos.
Mar empetrolado
“Cuando era pequeño y empecé a pescar, a los 10 años, vi grandes cantidades de petróleo derramadas en ese mar”, contó a Mongabay Tulio Chapilliquen, pescador artesanal y empresario turístico del municipio de Lobitos, al norte de Talara. Tulio, ahora de 56 años, presenció la época anterior a que las regulaciones ambientales limitaran a las compañías petroleras. Estas llegaron a la región hace más de un siglo, pero la legislación ambiental no se introdujo hasta la década del 2000.
Aunque en general la situación ha mejorado desde la infancia de Chapilliquen, el derrame reciente fue “igual al que vi [cuando era niño]”, dijo.
En diciembre, la OEFA informó que el derrame afectó aproximadamente una hectárea (2,5 acres) de aguas superficiales e impactó las playas de La Capullana, El Anchón, La Palizada y La Bola. Jhan Carlo Paiva, jefe de conversión de la Nueva Refinería de Talara, declaró posteriormente que no se trataba solo de 0,9 barriles derramados, como Petroperú había declarado 24 horas después del incidente, sino que, de hecho, la compañía había recuperado nueve barriles de residuos livianos de tierra y mar.
Hipólito Paso, un pescador de Talara obligado a dejar de trabajar debido a la declaratoria de emergencia ambiental, comentó que la noche del derrame vio a trabajadores de Petroperú intentando contenerlo cerca del epicentro. «Regresábamos de pescar y estaban tirando el líquido [dispersante]», declaró a Mongabay. «El petróleo ya no estaba en la superficie, sino que se estaba hundiendo, y eso afecta a las especies marinas».
Estos dispersantes químicos “son solventes, no remediadores”, declaró a Mongabay Héctor Aponte, biólogo marino de la Universidad Científica del Sur y portavoz de la sociedad profesional de biólogos del país. “En este proceso de disolución, parte del hidrocarburo se emulsiona y se deposita en el fondo”, explicó. “Se mezcla y forma flóculos, pero esto no es remediación, es disolución”.
Derrame petróleo
Tras la declaración de emergencia del 25 de diciembre, Petroperú inició las labores de limpieza en las playas afectadas bajo la supervisión de la OEFA, con personal de la empresa y residentes remunerados de Lobitos como mano de obra. Ese mismo día, en plena Navidad, la Marina de Guerra del Perú advirtió sobre la llegada de una marea anómala que azotaría violentamente la costa norte del país en los días siguientes.
Para los pescadores, fue la tormenta perfecta que arruinó su temporada navideña. A la incomodidad de no poder pescar en aguas de Talara debido al derrame, se sumó el fenómeno oceánico que les impidió salir de la zona contaminada. Durante los días siguientes, fuertes olas destruyeron decenas de embarcaciones, muelles y establecimientos turísticos costeros en puertos como Lobitos, El Ñuro y Máncora.
Pescadores como Chapilliquen se llevaron la peor parte. Desde la pandemia de COVID-19, había estado restaurando un barco para su negocio, Lobitos Ocean Adventure, que ofrece excursiones de pesca artesanal a turistas. En agosto pasado, tras cuatro años y una inversión de más de $13,000, Chapilliquen inauguró el barco, pero cuatro meses después fue arrasado por las olas.
Esta nueva catástrofe contribuyó a borrar el crudo de las playas y de los titulares de las noticias. Cuando esto ocurre, «los hidrocarburos se emulsionan, es decir, se mezclan con el agua, y al mezclarse, el negro ya no es visible, pero otras sustancias que aún son tóxicas se descomponen», dijo Aponte. «Aunque no lo veamos, no significa que haya desaparecido».
El último informe del OEFA sobre las acciones realizadas en virtud de la declaratoria de emergencia confirmó el punto de Aponte. A finales de enero, según el informe, los inspectores habían confirmado la presencia de hidrocarburos en las playas de Malacas y Peñitas, junto a la zona del derrame. A principios de febrero, el OEFA incluyó en su informe ejecutivo 34 casos documentados de personas expuestas a hidrocarburos que presentaron síntomas como dolor de cabeza, náuseas y vómitos.