Perú, escape andino con tres circuitos para descubrir. Machu Picchu, en las nubes en su promontorio verde, cuenta mitos y maravillas de la civilización Inca, uno de los circuitos andinos más relevantes de Perú.
Perú circuitos andinos
Más allá de las misteriosas líneas de Nazca, grabadas en la pampa bajo el sol abrasador del desierto costero, Arequipa aparece como un inesperado oasis en las faldas de la cordillera de los Andes del Perú.
Como guardián de la tierra collahua, la ciudad blanca cede el sésamo para el cañón del Colca, refugio secreto del cóndor. El majestuoso vuelo del depredador se congela al acercarse al lago Titicaca, el cuerpo de agua navegable más alto del mundo (3.812 metros sobre el nivel del mar), donde se hunden las raíces centenarias de la civilización inca. El frágil Machu Picchu, posado sobre las nubes en su verde promontorio, cuenta sus mitos y maravillas.
Fortaleza Kuelap
Es en Tarapoto, la «tierra de las cascadas», donde comienza un viaje por las regiones desconocidas del Perú. Con niveles de humedad alrededor del 85%, es un primer acercamiento a la Amazonía y el lugar ideal para descubrir el cultivo del cacao con productores de la comunidad de Pucallpillo.
Especializados en la siembra de especies autóctonas, introducen al viajero en las diferentes variedades (agrias, amarillas, frutales, etc.), así como en el uso de la agroforestería. Cambio climático en Chachapoyas, pueblo del mismo nombre andino, en paisajes semitropicales de altura. La única puerta de entrada a la fortaleza de Kuelap, un sitio arqueológico con muros de 600 metros de largo. En su apogeo en el siglo V, se estima que tenía 3.500 habitantes, antes de ser abandonado en 1570 tras la conquista española.
Monte Vinicunca
También es apodado la Montaña del Arcoíris. En la Cordillera de Vilcanota, a cien kilómetros al sureste de Cuzco, se encuentra un Santo Grial para los caminantes experimentados. Su nombre: Ausangate, culminando a 6.372 metros sobre el nivel del mar.
Luego de una indispensable aclimatación, los viajeros emprenden un ascenso de seis días, por empinados senderos donde llamas, alpacas y vicuñas superan en número a los pobladores. Más arriba, las montañas dominan altas mesetas desérticas y enormes lagunas que colindan con la pared glaciar. Los cóndores parecen indicar el camino a la otra joya de la cordillera, el cerro Vinicunca, sobre la línea de los 5.000 metros.
Una obra maestra de la época, cuyas capas entremezcladas con óxido de hierro, sulfato de cobre y azufre le dieron a esta cumbre una paleta extraordinaria.