Perú, el populismo siempre termina en crisis
Perú, el populismo siempre termina en crisis. Los políticos con tendencias al populismo de todo el mundo deberían tomar nota de la crisis de Perú, que vive el fin de «soluciones mágicas».
Perú populismo crisis
Por Bobby Miller
El mes pasado, escribí sobre cómo el presidente peruano de extrema izquierda, Pedro Castillo, intentó llevar a cabo un autogolpe de Estado para permanecer en el cargo, intentando disolver el Congreso y gobernar por decreto en el proceso.
Afortunadamente, fue acusado y destituido de su cargo a las pocas horas de anunciar sus intenciones. Su sucesora, Dina Boluarte, es la primera mujer presidenta peruana.
Es la sexta presidenta que tiene el país desde 2017, cuando comenzó la actual era de parálisis política peruana.
Los partidarios de Castillo ahora se amotinan en las calles de Lima, exigiendo su regreso al Palacio de Gobierno. La policía está desmantelando las barricadas construidas por los manifestantes mientras el gobierno mantiene cerrado el icónico sitio del patrimonio mundial de la UNESCO y el renombrado destino turístico Machu Picchu hasta nuevo aviso.
Más de 50 personas han perdido la vida en la agitación que azota al país.
Izquierda jurásica
¿Quién tiene la culpa de este malestar? Algunos afirman que la corrupción es la causa fundamental, y la brutal represión policial, sancionada tácitamente por Boluarte, solo ha exacerbado la situación.
Ambos factores, sin duda, han jugado un papel en el fomento del caos. Sin embargo, el verdadero origen de la crisis es el populismo de izquierda que ha llevado a los manifestantes a las calles.
Perú ha sido durante mucho tiempo un lugar asolado por la violencia política de izquierda. El conflicto entre el gobierno y Sendero Luminoso, un grupo insurgente maoísta, en los años 80 y 90 fue responsable de la muerte de 69.000 personas.
Ahora, parece que algunos partidarios de Castillo parecen decididos a revivir los viejos tiempos. Incitados por la política del resentimiento, le están diciendo a la gente que la única forma de aliviar su difícil situación es derrocando el sistema, amenazando la democracia peruana misma.
La conclusión de todo esto es clara: el socialismo, cuando es armado por agitadores demagógicos para sembrar resentimiento, es quizás la fuerza política más peligrosamente violenta jamás concebida.
Los autodenominados populistas económicos de todo el mundo deberían tomar nota y aprender a ser más juiciosos con su retórica. Nunca se sabe qué consecuencias puede traer.