Perú, el ballet resiste en barrios pobres de Lima. María del Carmen Silva, exbailarina del Ballet Nacional de Perú y Chile, inició proyecto exitoso para mejorar la vida de jóvenes en barrios pobres de Lima.
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En un camino polvoriento de barrio desfavorecido en Lima, un grupo de jóvenes esbozan pasos de ballet, desafiando los estereotipos que pueden rodear la práctica en Perú.
Teníamos que ser «delgados, de extremidades largas, cabeza pequeña y mucha elasticidad», recuerda María del Carmen Silva, exbailarina del Ballet Nacional de Perú y Chile, quien inició un proyecto para mejorar la vida de jóvenes pobres niñas a través del ballet, un baile que alguna vez se asoció con una estética exigente.
Esta mujer de 58 años, de cabello y ojos rubios, que comenzó a bailar ballet a los 12 años, confiesa medio avergonzada haber buscado primero a cierto tipo de bailarina, pero haberse topado con chicas «de piernas cortas, pies planos y sin empeine formado».
Consciente de que probablemente ninguno de ellos se convertiría algún día en bailarín profesional, decidió entrenarlos de todos modos, explicando que había decidido interesarse en su bienestar más que en su talento potencial.
«Algunos tienen a sus padres en prisión, otros han sido violados o abusados por sus padres y otros me han dicho que su padre golpeó a su madre», dijo.
Chorrillos
Para llegar al distrito de Chorrillos donde viven y donde el agua potable solo llega en camiones cisternas, hay que subir interminables escaleras.
“Viniendo de otra realidad, tampoco me di cuenta de que se iban (mis clases, nota del editor) porque no podían pagar sus atuendos, no tenían ni agua y a veces ni para comer”, dijo. dicho. Entonces me dije: «Olvídate de este bailarín perfecto, de este prototipo perfecto y mira al ser humano».
Ahora, además de sus clases en una pequeña escuela de danza en un privilegiado distrito de Lima, ofrece sesiones de ballet en el distrito de Chorrillos. A veces lleva a su escuelita a alguna jovencita pobre, que sirve de punto de acopio de cartones o papeles destinados al reciclaje, cuya reventa permite financiar vestuarios o actuaciones de las niñas de Chorrillos.
“Trato de llevar belleza donde todo parece feo, una gota de luz donde todo es negro”, explica la que sus alumnos llaman “La Miss”. “En medio de la suciedad, quieren estar limpios, tienen el pelo bien peinado y ya no caminan con la mirada baja”, dice.
“No me creía linda. Era muy tímida, no hablaba nada y ahora puedo expresarme”, se regocija María Cielo Cárdenas, una estudiante de 20 años. “En el ballet soy una persona diferente, me siento como una princesa, especialmente cuando tenemos presentaciones y nos ponemos nuestros disfraces y coronas”, continúa.
En enero, ella y otra chica de 19 años del barrio de Chorrillos partirán para continuar su formación en Barcelona tras obtener una beca.