Perú, cómo la quina hizo historia en el mundo

Perú, cómo la quina hizo historia en el mundo. En Lima hace más de 500 años el jesuita Agostino Salombrini también farmacéutico plantó quina para su jardín medicinal del Perú. La historia y usos de la corteza resultó genial.

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En Lima, capital del Perú, el padre jesuita Agostino Salombrini, farmacéutico, hizo que le trajeran la planta para instalarla en su jardín medicinal. Informado de las propiedades de la corteza de quina, dijo que tal vez podría reducir los escalofríos causados ​​por la malaria.

Las personas tratadas no sólo ya no tenían fiebre, sino que parecían estar curadas permanentemente de la enfermedad.

El padre Salombrini confió a todos los jesuitas que regresaban a Europa la corteza de quina para tratar a los innumerables pacientes de malaria en Europa en ese momento. Un Papa, cardenales y el hijo de Luis XIV quedan así curados. La noticia se extendió por toda Europa.

La demanda de corteza fue cada vez mayor, lo que provocó una escasez de quina en el Perú, porque arrancaron completamente el árbol para despojarlo de su corteza. Por eso se organizaron expediciones a países cercanos para hallar otras variedades de quina que no siempre son tan efectivas.

Quina usos

En 1802, dos farmacéuticos parisinos, Joseph Pelletier y Joseph Caventou, aislaron el principio activo de la corteza al que denominaron quinina. Su proceso produce 1.800 kilos de quinina al año a partir de 160 toneladas de corteza. Otras empresas repartidas por países europeos también comenzaron a fabricar el polvo antipalúdico. En 1900 había una veintena de ellos. A este ritmo, las quinas son cada vez más raras en los Andes, Perú, Colombia y Bolivia.

Previendo un colapso de la producción sudamericana, los ingleses y los holandeses se apoderaron de semillas y brotes de quina que plantaron en Asia, en las Indias británicas y en la isla de Java, en la actual Indonesia. Los árboles se adaptan perfectamente a la reubicación. Hacia finales del siglo XIX, la producción asiática de “corteza jesuítica” superó a la de los Andes.

Quinina homeopatía

En 1870, un relojero alemán llamado Schweppes, que hizo su fortuna comercializando agua con gas, tuvo la idea de introducir quinina en sus bebidas para prevenir la malaria. Su Indian Tonic disfrutó de un éxito fenomenal en las Indias británicas, donde se consumía con ginebra. Así es el gin tonic, uno de los cócteles más famosos del mundo.

Durante la Gran Guerra, Alemania ya no tenía acceso a las plantaciones de quina. Se insta a los químicos a descubrir una solución alternativa. A partir del azul de metileno, que tenía un pequeño efecto antipalúdico, sintetizaron plasmoquina, que resultó mucho más eficaz. Francia, Inglaterra y otras naciones están trabajando en otras moléculas.

En 1930, el Instituto Pasteur creó la rodoquina. Los alemanes apuestan por la cloroquina. Los estadounidenses desarrollaron la primaquina.

A finales del siglo XIX se vendían en Europa muchos vinos elaborados con extractos de quina.

A partir de la década de 1950, los antipalúdicos sintéticos, de producción económica, sustituyeron a la quinina. La nivaquina llegó a Francia en 1949. Sobre todo porque los efectos secundarios de todas estas moléculas son casi inexistentes, a diferencia de la quinina, que no está exenta de críticas.

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