Pedro Castillo, un marxista leninista en democracia. Devastado por la corrupción y el populismo, el Perú elige presidente el 6 de junio, con una opción anacrónica: Pedro Castillo, el marxista que atrasa.
Pedro Castillo marxista
Descalzo, con un imponente sombrero de paja, con una camisa blanca adornada con un collar rojo vivo -los colores nacionales-, Pedro Castillo dirige un arado tirado por bueyes, haciendo un surco en la tierra fértil de la finca familiar, en Chugur, una zona en el norte del país.
La puesta en escena es perfecta, en esta mitad de abril cuando Perú se despierta atónito por la puntuación -mucho más alta de lo esperado- de este hombre incorporado a la política, clasificado para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
El profesor de extrema izquierda había pasado hasta ese momento bajo los radares mediáticos: el canal CNN en español ni siquiera tenía una foto, no podía mostrar su rostro en el momento de los resultados de la primera ronda.
Llegando en primer lugar con el 18,9% de los votos, es él quien se enfrentará a la populista Keiko Fujimori (13,4%) el domingo 6 de junio, en una papeleta en la que se lo da levemente favorito.
En Perú, Pedro Castillo, que nunca ha tenido un mandato electoral, sin embargo, no es un completo extraño, incluso si se mantuvo muy bajo en las intenciones de voto durante mucho tiempo.
Se destacó en todo el país en 2017 como líder sindical al liderar un movimiento de huelga de maestros. No fue hasta 2020 que se unió a Perú Libre, una pequeña formación marxista leninista, para probar suerte en la campaña presidencial. Su osadía valió la pena.
«Encarna la novedad de cara al establishment», opina la politóloga Milagros Campos. «Una ventaja considerable en este país de unos 32 millones de habitantes donde los votantes están asqueados por la política», apunta la académica.