Nueva Ciudad Inca, resiliencia en Perú ante la crisis. Los derechos de los niños a la educación y una alimentación saludable están amenazados en la remota aldea de Nueva Ciudad Inca en Perú.
Nueva Ciudad Inca
Las banderas blancas que ondeaban afuera de las casas en todo Perú en respuesta a la medida de cierre de COVID-19 onaron durante meses. Las familias pobres los levantaron como un grito de ayuda, un símbolo de que no tenían más comida.
Lo que comenzó en los barrios marginales de Lima se extendió a cientos de comunidades de todo el país.
Pero en el pueblo de Nueva Ciudad Inca, en la cordillera de los Andes de Perú, este símbolo de rendición se convirtió en un símbolo de resiliencia.
Al ver numerosas banderas blancas hechas con bolsas y palos de escoba izadas alrededor de su comunidad, seis mujeres organizaron un comedor de beneficencia para ayudar a sus compañeros residentes. Lo llamaron Olla Solidaria.
“Hicimos arroz turco, pero sin carne ni pollo, porque no teníamos”, recuerda Emilio, cuya madre fue uno de los fundadores, cuenta con orgullo que ayudó tocando puertas para decirle a la gente del pueblo que podían obtener una comida completa por solo un sol peruano.
En un día típico durante el encierro, los voluntarios, en su mayoría mujeres, logran alimentar a más de 150 niños y 100 adultos. Hoy, dirigen el comedor de beneficencia desde la casa de un vecino.
La pequeña comunidad de Nueva Ciudad Inca refleja la realidad que afecta a niños y familias en América Latina.
Se estima que 28 millones de personas en la región viven en extrema pobreza debido en gran parte al deterioro económico provocado por las medidas COVID-19, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Los niños son los más afectados, con su educación, salud y nutrición en riesgo.