Misterio en Perú, brochettes de vértebras humanas en Valle de Chincha

Misterio en Perú, brochettes de vértebras humanas en Valle de Chincha. Trabajo reciente en Valle de Chincha, Perú, analiza 200 casos de vértebras humanas ensartadas en tallos de caña como brochettes.

Perú Valle Chincha

Es un espectáculo curioso que los arqueólogos descubrieron en el Valle de Chincha, en Perú, a 200 kilómetros al sur de Lima. La región ya es conocida por sus gigantescas huellas geoglíficas, como las de las líneas de Nazca.

El antropólogo de la Unidad de Investigación Sainsbury de la Universidad de East Anglia (UEA) en el Reino Unido, Jacob L. Bongers, se ha encontrado efectivamente con entierros donde las vértebras humanas han sido ensartadas en juncos como las perlas de un collar en un hilo.

Todo en un intento de reconstruir lo que un día fueron las columnas vertebrales. Una descripción que se publicó en la revista Antiquity tras examinar más de 500 tumbas y estudiar 192 de estos conjuntos.

Realizada sobre 79 de estas «brochetas de vértebras» recogidas en una veintena de yacimientos arqueológicos, la datación por radiocarbono de estos restos humanos ha arrojado edades que oscilan entre 1520 y 1550 de nuestra era, datando la cosecha de las cañas de 1550 a 1590. Esta diferencia es fundamental para entender la teoría completamente original propuesta por Jacob L. Bongers, autor principal del estudio.

Antiguo reino

En primer lugar, el territorio en el que se ubicaron estos entierros fue el del reino de Chincha, incorporado al Imperio Inca alrededor de 1400. Y la turbulencia generada por esta integración solo se agravó con la llegada de los españoles en el siglo XVI.

Según el artículo, las epidemias (varios episodios entre 1546 y 1558) y las hambrunas (1539-1548) que siguieron, provocaron la muerte de muchos habitantes, dando lugar a su entierro en tumbas llamadas chullpas.

Impulsados ​​por una incontenible sed de oro, los conquistadores europeos, nada más llegar, se precipitaron sobre estos monumentos funerarios para despojar a los cuerpos de los difuntos de sus preciados objetos, saqueando la organización de los esqueletos, y por tanto su integridad anatómica.

Ahora los pueblos andinos tenían una gran veneración por sus muertos. “Nada debe ofrecerse incompleto al sol”, recuerda el arqueólogo.

Confirmando estas prácticas profanadoras, el cronista sevillano Pedro Cieza de León (1520-1554) cuenta: «Había una enorme cantidad de tumbas en los cerros de este valle. Y muchas de ellas fueron abiertas por los españoles para sacar grandes sumas de oro».

Ante esta abominación que era el saqueo de tumbas, Jacob L. Bongers se preguntaba entonces si las poblaciones locales, al volver a enterrar a sus muertos tras el paso de los españoles, no habían intentado literalmente «reconstituir» la espina dorsal de los restos, reponiendo sus vértebras (cervicales, torácicas y lumbares) sobre varas de juncos. Esto podría haber caracterizado una especie de acto ritualizado de resistencia contra el saqueo de los colonizadores.

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